Editorial: Implicaciones naturales y culturales del monopolio mercantilista de las semillas
Por: Neidy Clavijo Ponce
A raíz del video 9.70 realizado por Victoria Solano, en el que se muestran los efectos de la reglamentación sobre la propiedad intelectual del material reproductivo vegetal en el país [2] , la sociedad civil que desconocía el detalle de tales acontecimientos pudo acercarse a un proceso que lejos ...
A raíz del video 9.70 realizado por Victoria Solano, en el que se muestran los efectos de la reglamentación sobre la propiedad intelectual del material reproductivo vegetal en el país [2] , la sociedad civil que desconocía el detalle de tales acontecimientos pudo acercarse a un proceso que lejos de ser mediático y con tintes “ambientalistas”, como dirían sus detractores, viene gestándose globalmente desde hace cincuenta años. Sin embargo, los hechos, al ser revelados sin mayor contexto que los comentarios vertidos en las redes sociales, no llegaron a profundizarse y, por supuesto, la descalificación del material no se hizo esperar.
No obstante lo anterior, la evidencia compartida por Solano corresponde a uno de tantos hechos que ocurren y seguirán ocurriendo en el mundo entero. Lógicamente, nuestro país no está exento de ello. Estamos hablando de una de las evidencias más palpables de la mercantilización de recursos que por historia y tradición le pertenecen a la humanidad, pues constituyen la base fundamental del bien más preciado para la supervivencia, como núcleo de vida y origen de la mayoría de nuestros alimentos: las semillas.
Aunque de origen etimológico incierto, la palabra semilla se relaciona inmediatamente con la vida. Desde la biología se la asocia con las plantas espermatofitas, es decir aquellas cuya base reproductiva está dada por el material genético contenido generalmente en el fruto. Sin embargo, agronómicamente también son consideradas como semillas las distintas partes de la planta, a partir de las cuales puedan sacarse nuevos brotes, por ejemplo, raíces, tallos y tubérculos. De hecho, en los Andes las primeras semillas domesticadas correspondieron a estas partes vegetativas, que se constituyeron por varios siglos en el soporte alimentario de los pobladores que al volverse sedentarios encontraron en tubérculos como la papa, las ibias, los cubios y las rubas, y en raíces como la arracacha y la yuca la fuente principal de su dieta. Con el tiempo, la domesticación de otras plantas, estas espermatofitas en su mayoría, no se hizo esperar: el maíz, el ají, el fríjol, las calabazas, la quinua, entre muchas otras, fueron engrosando cada vez más la amplia diversidad de alimentos disponible para nuestra subsistencia como especie.
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[1] Profesora-investigadora. Facultad de Estudios Ambientales y Rurales. Línea de investigación: agroecología e innovación participativa con comunidades rurales. n.clavijo@javeriana.edu.co
[2] Vea el documental aquí.