Editorial: Territorios Étnicos y Autonomía en América Latina
Por: OTEC
El Observatorio de Territorios Étnicos realizó el Seminario Internacional “Territorios Étnicos y Autonomía en América Latina”, entre el 9 y el 11 de noviembre de 2011. El objetivo general del evento consistió en generar un espacio para conversar, compartir y discutir en torno a un tema que cobra ...
El Observatorio de Territorios Étnicos realizó el Seminario Internacional “Territorios Étnicos y Autonomía en América Latina”, entre el 9 y el 11 de noviembre de 2011. El objetivo general del evento consistió en generar un espacio para conversar, compartir y discutir en torno a un tema que cobra cada vez más vigencia, a pesar de su ausencia en la opinión pública y en las agendas estatales, debido a las apuestas de muchas comunidades rurales y urbanas, no solo de Colombia, sino de países de todos los continentes: se trata de las experiencias de autonomías territoriales de los habitantes rurales de América Latina.
El seminario contó con la intervención de representantes de comunidades afrodescendientes, provenientes de los departamentos de Bolívar, Norte del Cauca y Chocó, comunidades que el Observatorio actualmente acompaña. Igualmente, participaron investigadores y miembros de organizaciones no gubernamentales brasileras, y académicos nacionales vinculados a las temáticas de territorios y autonomía.
La autonomía es una noción y una realidad en construcción, con muchos desafíos que, en términos concretos, pone de presente la necesidad e importancia de que los pobladores puedan usar, vivir y gobernar sus territorios. Esos lugares a los cuales han ido quedando relegados y que hoy, por razones de escasez, de los cambios ambientales, de intereses estratégicos y muchos otros factores, están siendo revalorados por el gran capital y, por lo mismo, despojados y expoliados.
La autonomía supone también una defensa no solo de un lugar físico sino de un lugar social en el mundo en donde a los pobladores se les respete y se les permita desplegar su saber, su hacer y su ser, sin pretender homogenizarlos a modelos que, pese a haber demostrado su fracaso, siguen siendo impuestos. En el caso del territorio, la autonomía tiene un largo y continuo camino de concreción en el ejercicio del gobierno propio, del reconocimiento de su biodiversidad, a través de la puesta en marcha de reglas del juego, que sean valoradas y respetadas sociocultural y legalmente.
La autonomía, proviene etimológicamente del vocablo auto que significa por uno mismo, y nomos que quiere decir ley. Es afianzamiento del poder propio, explícito e instituyente de una sociedad, como lo recuerda Castoriadis[1], por oposición a la dependencia, aunque no excluye los diálogos y vínculos con otras autonomías y con la nación, representada en el Estado. Ello requiere de un fortalecimiento interno y también autolimitación, pero en ningún caso, como algunos lo malentienden, procesos independentistas o amenazantes para las soberanías nacionales.
Ese renacer de la búsqueda de autonomía tiene además una razón fundamental: el afianzamiento de muchas y crecientes amenazas externas en Colombia y en otros países del continente, apoyadas en la fuerza violenta tácita o expresa de ejércitos privados, subversivos o de las fuerzas armadas del Estado y, en general, de la institucionalidad estatal, independiente de su ideología de derecha o izquierda.
En la casi totalidad de experiencias conocidas en Colombia, es evidente que parte central de las preocupaciones cotidianas de las comunidades tiene que ver con graves amenazas directas e indirectas que se ejercen en sus territorios en medio del conflicto armado, la violencia y los intereses de poderes económicos. En la Colombia actual se registran presiones desde proyectos mineros, turísticos y agroindustriales de palma aceitera, caña de azúcar, teca u otros monocultivos que, en su desarrollo como enclaves, despojan y destierran territorios de comunidades negras, indígenas, campesinas y otros habitantes rurales.
Estos procesos confinan, arrinconan o desplazan de forma forzada a las poblaciones, cercando sus paisajes, el acceso a las vías, a los servicios públicos, restringiendo la libertad de movimiento, modificando los procesos de vecindario y de comercialización, la explotación de recursos colectivos como la caza y la pesca, el uso de fuentes de agua, entre otras formas que asfixian física, económica, social y políticamente a estos pobladores. El vínculo de los poderes económicos y políticos con las estructuras de poder local, restringe o torna nula la escucha de sus demandas y ejercicios de reivindicación, por legítimos que sean.
Por ello, apostamos por el reconocimiento de los grupos étnicos no solo en los aspectos simbólicos, como parte de la nación multicultural, sino como sujetos políticos con una identidad propia, capaces de administrar, gobernar y dirigir los asuntos de su competencia en los niveles locales, regionales y nacionales. En la actualidad, desde el Observatorio de Territorios Étnicos, junto con el monitoreo sistemático del reconocimiento de los derechos territoriales de comunidades negras, los procesos de ordenamiento y su manejo, facilitamos la sistematización y difusión de sus prácticas, su memoria histórica, las formas de producción, ocupación y de poblamiento. Todas estas dinámicas le dan sentido a los territorios étnicos en la actual coyuntura de presión e intereses económicos sobre ellos.En nuestra experiencia venimos dando cuenta de las diferencias en procesos, geografías y realidades de la ocupación afrodescendiente del territorio colombiano, que ofrecen lecciones muy interesantes de las cuales aprendemos cada día y donde las comunidades se nutren a partir del intercambio de experiencias, que incluyen sus variedades y denominaciones de plantas, animales y saberes sobre el territorio, sus costumbres y creencias. Un espacio de encuentro que fortalece vínculos, afectos y conocimientos. Nuestro marco orientador se concreta en cinco propósitos: 1) el sentido colectivo y participativo cuyo soporte reside en la construcción participativa del conocimiento; 2) el reconocimiento de la diversidad de las realidades étnico territoriales para repensar procesos, propuestas y retos; 3) la interacción en diversas escalas que influyen en las realidades locales, que requiere el fortalecimiento de diálogos con espacios regionales y municipales, y lecturas críticas con dinámicas de orden nacional y global; 4) las miradas interdisciplinarias para respuestas más integrales; y 5) la construcción de información cartográfica abierta a las comunidades.
El Observatorio ha realizado un trabajo comprometido durante estos tres años, aunque sus alcances hayan sido modestos. Reconocemos las limitaciones de todo orden y los desafíos que han surgido en cada proceso. Cada día aprendemos más de las realidades y nos vamos fortaleciendo como equipo, en el mismo quehacer que ayuda a esclarecer y a encontrar colectiva e individualmente caminos más pertinentes, en un proceso de “ensayo y error”. La ecología de saberes que, según Boaventura De Sousa Santos[2], implica que no hay un saber, tema o dimensión que sea más importante que los otros, está siempre a prueba, ya sea por las decisiones de las mismas comunidades, las exigencias de los procesos y las coyunturas mismas, que hacen de la cartografía y de la esfera jurídica centros constantes de interés y solicitud comunitaria. Sin duda estos han sido dos ejes fundamentales de nuestro trabajo.
En la base, está la comprensión sociohistórica, antropológica y política de actores y dinámicas locales que, aunque parece menos explícita, es transversal y continua, pues es fundamental para acercarnos al presente de las comunidades y a sus historias de larga duración. Buscamos miradas a los procesos de poblamiento más amplios en donde se puedan ubicar diferentes hechos significativos de orden político, económico, sociocultural y ambiental. Nos interesa incorporar las miradas diferenciales desde el género, la edad, y el liderazgo, para ampliar las percepciones y el análisis del presente y la orientación del futuro próximo, de manera más plural, y a partir de ejercicios que involucren la participación activa de otros actores y voces locales. Sabemos que la crueldad de la guerra deja huellas profundas, aunque no se hable de ellas, porque tal vez no es el momento adecuado y porque se mantiene la continuidad de la dominación armada y no armada.
Tenemos claro que en medio de tales complejidades, es necesario dar cuenta de “las alternativas que caben en el horizonte de las posibilidades concretas” (De Sousa, 2009:129)[3]. Ello significa la ampliación de los saberes, de las prácticas y de los actores para identificar las tendencias del futuro; se trata de un ejercicio de imaginación sociológica que permita conocer mejor las condiciones de la esperanza y promover condiciones que la hagan posible, actuando sobre las posibilidades y las capacidades.
El Seminario realizado se inscribió en esas búsquedas. Sus cuatro mesas temáticas recogieron campos de discusión estratégicos para la comprensión y discusión en torno a las autonomías territoriales. La primera se ocupó del tema Estado y autonomías territoriales, y estuvo orientada a enfatizar en las políticas públicas, desde un punto de vista integral y crítico, y por ende en la relación compleja entre el Estado y las comunidades rurales. La segunda, Construcción territorial, gobierno propio e interculturalidad, se centró en las prácticas del denominado Derecho Propio. En ese espacio, se analizó cómo se construyen o reconstruyen iniciativas locales de defensa, manejo o protección de los territorios de grupos étnicos o campesinos, en contextos de conflicto social, de violencia o de amenazas de desterritorialización. Cartografía Social y prácticas territoriales: tensiones y estrategias, fue el tema de la tercera mesa. Allí se plantearon las prácticas, procesos y discursos relacionados con la cartografía social en particular, y con los mapas en general, en contextos de lucha y conflictos por el territorio. La cuarta y última mesa versó sobre Procesos de dominación, desterritorialización y resistencias, donde se discutió en torno a los procesos de despojo, dominación y subordinación que se imponen a las poblaciones afrodescendientes y a las poblaciones rurales.
En el escenario de la actual realidad colombiana, donde a partir del 1 de enero del año 2012 se aplicará la política pública de restitución de tierras y territorios para las víctimas del conflicto armado, y que hace parte central de las propuestas del actual gobierno, las conclusiones de las mesas del seminario internacional realizado por el Observatorio, plantean desafíos, perspectivas y, por supuesto, nuevas preguntas. Dejan debates abiertos sobre la territorialidad de las comunidades rurales, sobre el sentido y el alcance que tienen la restitución y las autonomías territoriales para comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, desde sus propias vivencias y búsquedas.
La discusión apenas comienza y en ese caminar es importante conocer y aprender de las experiencias latinoamericanas, propósito que ya hemos iniciado con la experiencia brasileña. Las autonomías territoriales, en su discusión y sobre todo en su práctica, tienen enormes obstáculos y desafíos. Espacios como el generado en el marco del Seminario son oportunidades para intercambiar y construir conocimientos, informaciones y, por supuesto, para refrendar compromisos y alianzas que permitan fortalecer nuestras reflexiones y acciones, que posibiliten la cimentación cotidiana de procesos de autonomía territorial. Una construcción situada en la versión ampliada del realismo, en donde la realidad no puede ser reducida a lo que existe, a lo conocido, sino que requiere ser inventada, creada y recreada.
[1] Castoriadis, Cornelius. 2005. “Poder, política y autonomía”. En: Ciudadanos sin brújula. Filosofía y cultura contemporánea. Ediciones Coyoacán. México.
[2] De Sousa Santos, Boaventura. 2009. Una epistemología del sur. FLACSO Coediciones y Siglo XXI Editores. México.
[3] Ibíd.