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Perplejidad, incredulidad, asombro son las palabras que pueden recoger la sensación que tuvimos muchos colombianos – digamos que la mitad, si extrapolamos los que votamos por el SI-. Las manos cubriendo el rostro, como intentando no mirar las cifras que iban consolidando un resultado temido, pero callado, que aparecía entre las sombras que esconde eso que ni siquiera pronunciamos, por temor a que al hacerlo le demos vida y viabilidad. Todos los epítetos conocidos salían mecánicamente aliviando un poco el peso de semejante pesadilla. ¿Era posible que fuera real lo que veíamos en las pantallas? Sí que lo era.

Las manos en la boca, en la cara, en los ojos, en la cabeza, para no ver, no gritar, no creer. En el día después, a fuerza de conversar con los otros que sabíamos que habían votado si, el cerebro iba asimilando lentamente los hechos. De la negación inicial fuimos pasando a una lenta y dolorosa aterrizada general. Era sorprendente que durante esa semana muchos noticieros de radio y televisión decían con claridad no sabemos qué va a pasar. La declaración de incertidumbre tan abierta y general, cuando con frecuencia se juega a la certeza, hacia más desquiciada la realidad.

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Imagen: www.bbc.com