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He recorrido el Caquetá desde hace más de 30 años y vivido diferentes etapas de su historia. Con la esperanza de que algún día se podrían vivir tiempos mejores, seguí el proceso de las negociaciones de las Farc con el gobierno y aplaudí la firma de los Acuerdos. El departamento, testigo y víctima de muchas guerras, podría por fin, iniciar un proceso de construcción de paz territorial, donde sin la amenaza de los fusiles, volvería la mirada al campo, a las organizaciones sociales, a la defensa del territorio amazónico.
Pero, y no deja nunca de sorprenderme, el encuentro con la realidad me llevó a comprender una vez más, que el paso de la letra de los Acuerdos a su conocimiento y aplicación será un asunto de tiempo, de esfuerzo y de nuevas luchas. Encontré un muro de apatía, desconocimiento, desinformación, desconfianza y la fuerza que tiene entre la población la llamada “posverdad”, los falsos rumores que a fuerza de repetirse se convierten en verdades.
El golpe al constatarlo fue duro y en seco. Había preparado con juicio un taller en el que participaron un centenar campesinos, líderes en sus comunidades. Entre ellos también había expectativa y la respuesta fue positiva, pero preocupante. Porque una cosa es lo que está escrito en los Acuerdos y otra muy distinta lo que se empieza a constatar en la medida que avanza la puesta en marcha, el cumplimiento de los compromisos por las partes, la aprobación de los decretos reglamentarios, los intereses políticos y económicos para la administración de los recursos, las campañas electorales.
Todo esto puesto en contexto del territorio del Caquetá donde el caciquismo político, la corrupción, la presencia de las empresas explotadoras de petróleo y el ESMAD que las defiende, la minería ilegal que avanza sin ningún control envenenando los ríos, el mercado verde, las negociaciones para la erradicación voluntaria de cultivos de coca, amenazadas en simultáneo con la presencia del ejército que fumiga los cultivos, el mal estado de las vías, la presencia voraz de ONGs que buscan apropiarse de recursos, la falta de capacidad de las administraciones municipales, aumentan la desconfianza de los campesinos colonos, que una vez más expresan, “Aquí la soberanía nuestra no importa”
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Imagen: Tomada de elcomercio.com