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Érase una vez… la Reforma Agraria y la Sustitución de Importaciones en el siglo XXI

Autor: Mauricio Herrera-Jaramillo || Publicado en Octubre 13 de 2015

Gráfica alusiva a Érase una vez… la Reforma Agraria y la Sustitución de Importaciones en el siglo XXI
Región:Nacional |

Como muchas cosas en Colombia, de repente y por obra y gracia de la dependencia económica, el llamado y el grito de los marginados es aparentemente escuchado, sin embargo, como históricamente puede ser demostrado, es escuchado porque su materialización tiene ganancias para uno de los sectores poderosos del país

En las últimas semanas en diferentes artículos en periódicos y revistas nacionales se grita a voces la generación de planes y proyectos orientados a la sustitución de importaciones y la reforma agraria en Colombia (ver tabla 1).

 

 

 

Tabla 1. Títulos noticias en prensa nacional ante el anuncio del Plan de Sustitución de Importaciones

 

 

Titulo

Nombre del medio

Fecha

Ministro de Agricultura estructurará plan para sustituir importaciones

La República

18 de Agosto

Minagricultura propone programa de sustitución de importaciones

CM&

19 de Agosto

El agro se las ingenia para amortiguar el alza del dólar

Semana

20 de Agosto

Gobierno empezará a sustituir importaciones de maíz y soya: Iragorri

El Universal

20 de Agosto

El reto de dejar de importar

El Espectador

23 de Agosto

 

 

 

Esta bomba mediática tiene su origen en el anuncio el 15 de agosto en el marco de la Asamblea Nacional de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) en Cartagena, por parte del Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Aurelio Iragorri Valencia, de la puesta en marcha de un Plan para la sustitución de importaciones encaminada a lograr la seguridad Alimentaria en el país[1]. El maíz y la soya se plantean como los productos bandera de esta apuesta, para lo cual advierte el mismo Irragorri, será necesario incrementar los niveles de producción: “En maíz estamos en 5.2 toneladas por hectárea, debemos subir a 7,5 toneladas por hectárea. En soya nos falta 0.5 para equiparar la productividad de otros países”.

 

 

 

La idea general de este Plan es alcanzar la sustitución de 10 productos (hortalizas, cereales, cebadas, frijol, arveja, lenteja, entre otros), esperando cubrir el 90% de lo que se importa así como cumplir con la meta de 1 millón de hectáreas que se ha propuesto sembrar el gobierno nacional en este cuatrenio[2], y así alcanzar el objetivo de “que los campesinos con el apoyo del Gobierno, empiecen a sembrar y a producir de manera eficiente, mediante acuerdos con los consumidores y las empresas que transforman los productos, [pues] será ahí donde se generará el crecimiento más grande que ha tenido el sector agropecuario en Colombia en los últimos 45 años”.

 

 

En esta perspectiva, queremos llamar la atención sobre dos puntos: primero, recordar que históricamente ha sido el poder de las élites o de sectores económicos los que han promovido este tipo de procesos más que corresponder a apuestas en busca de un “desarrollo” incluyente y con justicia social. Y segundo, las coincidencias de estas apuestas con el proyecto de transformación de la altillanura que los últimos gobiernos por múltiples medios han buscado emprender en este territorio.

 

 

 

Lo planteando en el primer punto, sucedió por ejemplo en la primera mitad del siglo pasado, cuando siendo un país eminentemente agroexportador, bajo gobierno de Mariano Ospina Pérez, asiduo opositor de la industrialización, fue aparentemente promovida una política de industrialización. Al respecto, como lo muestra la historia pesaron más las presiones de una nueva élite que se organizó entorno a la ANDI, que la verdadera gestación de un proyecto nacional volcado a la industrialización. En este sentido, conforme a Eduardo Sáenz Rovner “Ospina Pérez era muy enfático en confirmar que él condicionaba la protección a los industriales en la medida en que ésta no afectase los intereses de los agricultores y mientras los manufactureros estuviesen dispuestos a utilizar materias primas nacionales en la elaboración de sus productos finales.”[3]

 

 

 

Otro elemento que da cuenta de lo expuesto, es la superficialidad con que son abordados estos conceptos. Sólo por mencionar el caso de la Sustitución de Importaciones, este proceso no puede ser entendido como la operación simple y limitada de retirar o disminuir productos que hacen parte de las importaciones por productos nacionales, en la medida que la misma dinámica capitalista demuestra que tras la sustitución de un producto, en el mercado internacional emergen nuevos productos que incluso profundizan la dependencia económica y cultural. Tal es el caso de los productos agropecuarios, pues si para el ministro Iragorri este proceso de sustitución debe ir acompañado de un aumento de la productividad, entonces seguramente ahora pasaremos a depender de las semillas y los paquetes tecnológicos de las grandes multinacionales que deberán ser implementados por las agroindustriales nacionales en detrimento de la economía y la cultura campesina, aquella sobre la que paradójicamente el gobierno dialogo con las FARC-EP en la Habana. En este sentido, poner a caminar un verdadero proceso de sustitución de importaciones requiere que haga parte de un proyecto nacional y no de apuestas fruto de una coyuntura pasajera.

 

 

 

Claramente ninguno de estos dos conceptos (Sustitución de Importaciones y Reforma Agraria) están siendo encarados de manera seria, simplemente están siendo instrumentalizados, práctica común en un país como Colombia, para reforzar la profundización del imperialismo por despojo, a través de prácticas de seducción y no necesariamente de violencia como nos tienen acostumbrados, pero con el mismo resultado, más pobreza y miseria para el campesino, indígena y negro, y más riqueza para las empresas y élites nacionales.

 

 

 

Respecto al segundo punto, es paradójico que estos planes vendidos a la opinión pública y los ciudadanos como de “sustitución de importaciones” y de “reforma agraria” estén en la línea del sueño del siglo XXI de los agroindustriales nacionales de convertir la altillanura colombiana en un nuevo “cerrado brasileño” donde la soya se convierta en el nuevo paisaje nacional, sin importar que se profundicen los desequilibrios económicos, la concentración de la tierra, el despojo de las comunidades rurales, la profundización de la miseria en el campo y el deterioro y degradación ambiental de un territorio que dejará su histórica marginación gracias a su “competitividad”, bondad descubierta gracias a los lineamientos de la Nueva Ruralidad y del Desarrollo Territorial Rural

 

 

 

Por tanto, realmente no estamos ante un panorama de un proceso de Sustitución de Importaciones, ni tampoco frente a una apuesta por una Reforma Agraria Estructural, como diría Renán Vega Cantor, estamos ante las nuevas Armas Económicas de Destrucción Masiva (AEDM) de los criminales camuflados bajo los trajes de economistas neoliberales que pululan como plaga en estos tiempos[4].


[2] Este anuncio había sido realizado a inicios de agosto y paradójicamente bajo otro sugestivo título, el de una Reforma Agraria. Acceso a internet: https://www.elespectador.com/noticias/economia/gobierno-se-compromete-aumentar-un-millon-el-numero-de-articulo-576609. Fecha: 25-08-15

[3] Sáenz Rovner, Eduardo (1990) Industriales, proteccionismo y política en Colombia. Intereses, conflictos y violencia. Historia Crítica (3): 85-105. p. 94

 

[4] Vega Cantor, Renán (2005) Los economistas neoliberales: Nuevos criminales de guerra. El genocidio económico y social del capitalismo contemporáneo. Colombia: Centro Bolivariano.