El pasado 2 de octubre, los 6.3 millones de colombianos que votamos por el SI al plebiscito, quedamos atónitos ante un resultado adverso. No podíamos creer que una ligera mayoría de 6.4 millones desaprobara los esperados y ansiados “Acuerdos de la Habana” para terminar el conflicto armado interno entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos.
Del mismo modo, la comunidad internacional, no se explica aún, que un pueblo que ha enfrentado el más largo y cruento conflicto armado de América Latina, que ha tenido que llorar a más de 300.000 muertos y desaparecidos, lamentar miles de masacres a campesinos, negros e indígenas, ser testigos impotentes del despojo de sus tierras que asciende a la increíble cantidad siete millones de hectáreas, con la complicidad de entidades del estado y la fuerza pública y que la guerra y el conflicto armado hayan desplazado violentamente a más de 6.5 millones de habitantes haya tomado la decisión política de desaprobar los acuerdos, el que la diferencia de votos entre el SI y el NO fue apenas de 60.000 votos entre 13 millones que participaron, no niega su importancia social y política.
Nunca antes en los procesos de paz, diálogos y negociaciones que se dieron en Colombia entre las fuerzas guerrilleras y los gobiernos anteriores, habían logrado un respaldo tan amplio y significativo, como el que logro el gobierno de Juan Manuel Santos, tanto que, hasta el gobierno de los Estados Unidos apoyo esos acuerdos, cuando siempre fue su principal opositor.
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